Cambiaste de casa, de barrio, de trabajo. Cambiaste de vida e incluso de alma. Pero, a pesar de todo, te quedaste entre los brazos de París, aquella ciudad que un día había representado el amor loco, fuerte e infinito. Un amor de cuerpo y alma. Allí lo conociste y allí lo perdiste. París fue tu testigo. No quisiste alejarte de lo único que te ataba con el pasado. París se volvió tu confidente; sus calles, tu guía; y su Sena, tu olvido.
El amor se fue, como si nunca hubiera existido. El amor no posee nada que se pueda guardarse en la mano. Los besos se los lleva el viento, las caricias las borra el agua, las palabras se pierden en el abismo de la ausencia y el fuego de la pasión lo apaga la traición. Afrontaste el mundo por tu amor, tu familia, tu padre... Sí, aquel rostro noble y cariñoso en el que estaba escrita tu infancia y tu felicidad. El amor te daba fuerza, cuando lo perdiste, te volviste débil, te hallaste con el corazón roto. Lloraste, te rebelaste, y pensaste que llevabas en el vientre nada más que un error. Sí, niña, el amor se fue, pero quedó su huella. La llevaste en ti y, bajo el ojo compasivo de París, le ofreciste la vida.
Lo miras a los ojos y le cantas una canción de cuna y, ante el sonido de tu voz, se calma y te sonríe. Tu corazón se infla de amor materno. Y le dices que es el sol de tu vida, que es tu trozo de cielo azul. Tienes ganas de abrazarlo, de besarlo y de ver cómo el sol nace a su lado. Pero el hijo de otra te está esperando. Afrontarás la negrura del cielo, afrontarás el frío penetrante, la distancia, la espera, las horas vacías, los transportes, la soledad… Y llegaras hasta él. Le cantarás la misma canción, pero con una voz diferente. Tus manos lo cuidaran, pero distintamente. Lo observarás mientras duerme y pensarás en el tuyo. Esperarás la hora del regreso, contarás las horas, los minutos.
- “Voy a tardar más esta noche, una hora o una hora y cuarto…” - Hay frases que hielan, que duelen. Y hay momentos en que queremos gritar “¡No!” y en los que susurramos “Sí”.
Su frase fría te dejará decepcionada, enojada… Pero tu boca dejará escapar un «Vale, no me molesta…». No le dirás que sí te molesta, que estás harta, que tu propio hijo te espera. Aceptarás, porque el dinero también tiene un precio.
Fatine Sebti
Rabat, 13 de diciembre de 2009
(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)
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