TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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lunes, 19 de septiembre de 2016

«CARTA AL OLVIDO» de ANASTASIO GARCÍA



Qué vulnerables somos, ¿verdad? Hasta lo más hermoso nos puede dañar. Nos imaginamos fuertes y que todo nos pertenece, que somos dueños y podemos disponer a nuestro antojo de todo, pero… ¿Cómo podemos apropiarnos de algo que no nos es dado? ¿Qué derecho tenemos de apoderarnos de lo que no es nuestro? Nuestra misión es guardarlo tal y como nos fue donado.
¿Cómo podemos creernos dueños de todo, seres superiores sin ni siquiera tener alas para volar?  Por eso te dejé ir, a pesar de que nos pertenecíamos. Al igual que no somos dueños de la frescura del aire o del fulgor de las aguas, yo no era tu dueño, aunque por derecho estábamos destinados a respirar el mismo aire juntos. ¿Qué derecho tenía para retenerte? Te pertenecías a ti misma y yo te acompañé en tu despedida. Tú te alejabas de mí y yo, paso a paso, me iba quedando atrás. Y es que, desde el día en el que se vio obligada a abandonarlo, odiaba a su madre con todas sus fuerzas. Una madre de apellidos nobles cuya fortuna alguien se había jugado y había perdido hacía ya tres generaciones, pretendía recuperar lo que antaño fue de la familia. Los recuerdos se le agolpaban en la cabeza. Un torbellino de imágenes, momentos y sensaciones empezaron a desatar la tormenta. ¿Cómo era posible que todo se hubiese desmoronado como un castillo de naipes? ¿Por qué? Esa era la pregunta que la había acompañado durante toda su vida y a la que todavía no había encontrado respuesta. Ni la encontraría. De eso estaba segura. ¿Por qué sus senderos se cruzaron para luego verse obligados a bifurcarse? Era algo que no comprendería jamás. Los dos nos pertenecíamos. Al igual que un pez pertenece al agua y es capaz de nadar infinitamente sin que nada lo inmute creando una simbiosis perfecta hasta que una mano, ávida de su presa, roza el agua rompiendo el equilibrio y, a partir de ese instante, ya nada es igual. Nada volverá a ser lo mismo, pues a pesar de evadirse de una muerte segura, su universo, su cosmos, su mundo desaparece para siempre. Tendrá otro mundo parecido, otra agua que le dará la vida, o la muerte, pero nunca será la misma. Y eso fue lo que pasó: se vio obligada a casarse con el hijo de una acaudalada familia para intentar rellenar el socavón en el que se hallaba metida la suya. La habían sacrificado en beneficio de los demás. Forzada, avanzó hacia el altar una triste tarde opaca y lluviosa de otoño, y esas circunstancias fueron un resumen de lo que iba a ser su vida. Las diferencias no tardaron en aparecer. Un marido, al que le gustaban más los pantalones que otra cosa, no se opuso a un matrimonio de apariencias. De puertas hacia afuera, todo era paz, amor y armonía entre ellos: él era un prestigioso doctor, guapo, seductor, descendiente de una rancia saga de médicos y ella, su esposa, atenta, educada y discreta. Eran dos actores que interpretaban una vida modélica y ejemplar para los demás. Ya, en la intimidad de la casa, se convertían en dos desconocidos que coincidían todos los domingos a las once en el hall para hacer su actuación semanal, ir a misa y mostrar su idilio. Por lo demás, alguna que otra fiesta familiar rompía esa rutina. Para todos parecían la pareja perfecta. Para todos, menos para ellos mismos.
Cuentan las leyendas que hay montañas preñadas de oro y tesoros. ¿Para qué quiero tanta riqueza si mi corazón camina solo? ¿De qué me sirven las piedras preciosas si tus ojos brillan más que todas juntas y no los puedo tener? Tú eres la obra maestra de la naturaleza, la perfección. ¿Acaso no es hermoso amar? Establecer una simbiosis perfecta entre sentimientos complementarios. Su matrimonio había sido un fracaso desde el primer momento. Lo único que le agradecía, y además con toda su alma, era el hijo que le había dado y el que nunca le faltara nada. Los años pasaban silenciosos y estériles. Nada cambiaba. Todo era un ritual perfectamente planificado y ejecutado. Mi amor es claro como las estrellas. Por las noches miro al firmamento y veo como titilan para iluminar el camino de los desorientados. La luna, fiel guardiana de los cielos, vela para que se cumpla la noche y yo velaré para protegerte, para guiarte en esa vida de tinieblas en la que estás inmersa. Y es que estaba atrapada. Era una prisionera de su propia vida y no podía escapar. Era el pacto al que había llegado. Una vida casi de lujo, viajes y dinero a su disposición a cambio de seguir siendo su esposa. La presión familiar y su clase social no le daban otra alternativa. Los escándalos no estaban permitidos por eso  ella no podía casarse con un simple sastre. Era algo destinado a las sirvientas. Sus horizontes, según los demás, estaban más altos. La tormenta ya se hacía notar. Las manos le temblaban, todo el cuerpo le temblaba. Era como si estuviera sometida a miles de descargas eléctricas. Cada palabra le hacía volver a aquella época, a aquellas tardes de visitas furtivas y besos entre retales. Un estremecimiento voraginoso empezó a trepar por todo su cuerpo. Adueñándose de la fuerza de sus piernas, llegando al corazón y llenándolo de dolor. El aire se le hacía escaso y en la garganta se ahogó un grito de ira, de desesperación, de rabia, de auxilio. La ira trepaba sobre ella como un fuego desbocado. Se sentía débil, mareada y perdida. Apoyó la mano sobre la mesa para no perder el equilibrio y se vio obligada a sentarse. Su cuerpo le estaba traicionando. Cerró los ojos y contuvo la respiración en un intento de controlar las emociones que lo invadían. ¿Era su cuerpo o la vida la que la había traicionado? Pensó mientras la angustia se adueñaba de ella.
¿Has visto los árboles retorcidos y estrujados por el tiempo resistiendo a todas las tempestades? Por más que el viento corra e intente doblegarnos, nuestras raíces han de ser fuertes para soportar todas las intemperies. Nuestro amor ha de ser una expresión de nuestra fuerza. Sé que no voy a tenerte nunca más, que no volveré a sentir tu cuerpo ni tus susurros, pero el saber que estás ahí, aunque sea lejos e inaccesible, me dará fuerzas para continuar mi camino. Sí, me voy de aquí, lejos, o quizá muy lejos, me voy a vivir con tu recuerdo pues el mero hecho de saberte cerca y no poder tenerte empieza a matarme. Aquí tienes mi último regalo, un vestido con el corte que te gusta y que tan bien te sienta. Las palmas de mi mano conocen todos tus rincones y, por eso, estoy seguro que te encajará perfectamente.  Empezó a oír unos pasos en el fondo del pasillo. Había tardado veinte años en reunir las fuerzas para abrir la carta y enfrentarse a su dolor y no quería compartirlo con nadie. El vestido había llegado a su casa una mañana de verano en el interior de una caja perfectamente doblado y planchado. Lo subió hasta su habitación y lo estuvo viendo y acariciando durante largo rato, hasta que se decidió a cogerlo y fue así como encontró la carta. No tuvo el valor de leerla, sabía perfectamente su contenido pues él ya se lo había dicho muchas veces: «Si algún día nos separamos, me iré lejos, muy lejos». Por fin había tenido la valentía de abrirla. Habían pasado muchos años desde que la escondió y no quería que la muerte la sorprendiera sin leerla, pues toda una vida de amargura y tristeza le había pasado factura. Un cáncer terminal, recientemente diagnosticado, había puesto en marcha la cuenta atrás. Quería que cada letra, cada palabra, fuera únicamente para ella. No quería que nadie supiera de su enfermedad, ni siquiera la servicial María Teresa la única que sabía de su dolor y la comprendía. No deseaba desprender pena ni lástima ni que nadie se apiadara de ella. Sufriría sola, como lo había hecho siempre.  Continuó leyendo con avidez, devorando, saltándose las palabras a medida que los pasos se hacían cada vez más patentes. Como el rugido del león y la suavidad de una flor en primavera. Como las aguas que descienden por la montaña, así es mi amor, nuestro amor. Cada día maldigo el destino por habernos separado, por provocarnos este dolor tan desgarrador que nos está matando, pero aun así agradezco el haber estado entre tus brazos. Esos brazos que me envolvían como lazos de un regalo. Abrazarte y sentir tu olor, ese mismo olor que me acompaña siempre y me colma de felicidad. Nos pertenecemos y tu recuerdo invadirá mi último suspiro, en donde todo mi pensamiento será para ti. Abrazarte en ese momento será la recompensa a tanto sufrimiento. Lloraba. Lloraba a caudales, a borbotones. Las lágrimas arrastraban a su paso todo lo que encontraban, difuminado la pintura de ojos y desfigurándola.  Los pasos estaban cada vez más cerca y las manos, aun temblorosas, hacían que las letras bailaran sobre el papel. Una angustia devastadora recorría todo su ser, desde lo más profundo. Sensaciones efervescentes se habían adueñado de ella, llevando hasta la cima un dolor insoportable que la había matado hacía ya dos décadas El final de la carta llegó con un te quiero y un siempre estaremos juntos. Las lágrimas recorrían su cara al igual que ríos para, al final, precipitarse en una caída suicida hasta el papel. Cayeron sobre estas últimas  palabras difuminándolas y haciéndolas borrosas, lo que vino a resumir toda su historia. Un amor existente pero invisible a los demás, en el que ella y solamente ella era capaz de descifrar.
Los pasos llegaron hasta la puerta y en el momento en que se abrió, María Teresa la sorprendió con un puñado de retales de papel en la mano. Tenía y debía destruir esa carta ya que cada letra quería que fuese para ella, únicamente para ella. No quería que nadie la descubriera tras su muerte.  No deseaba compartirla con nadie.  Ni con ella misma una segunda vez.

Anastasio García G.
Rabat, mayo de 2016.
Actividad basada en imitar la técnica narrativa del capítulo 8 de LA VOZ DORMIDA de DULCE CHACÓN.

2 comentarios:

  1. Ay Anastasio!! Queeee boniiiitoooo!! Que triste pero muy bonito, muy emocionante!! Hace tiempo que no me senti tan triste leendo un texto, sobre todo una historia de amor. Me recordó la historia de " los pajaros se esconden para morir" de Colleen Mc Cullough , no se si lo conoces ?? La historia del amor prohibido, de manera u otra!! Muchas gracias por ofrecenos esas sensaciones, dolorosas pero que nos hacen vivir!! Estamos a la espera del siguiente!!

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  2. Hola Anastasio
    Una construcción literaria muy bien conseguida; un control excelente del cuento y del balanceo entre los lados de la narración. Soy admirativo.

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Ensayando para el Día E junio 2015

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Recital 18 de junio de 2016

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Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

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Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"