Me acuerdo del tiempo lento.
Me acuerdo de la vida larga.
Me acuerdo de ti, infancia.
Me acuerdo de un vestido rosa a rayas de mi maestra de párvulos.
Me acuerdo de las cartas de mi padre, que me releían y, yo niña, llorando.
Me acuerdo de una niña en el campo.
Me acuerdo del verde del campo.
Me acuerdo del cielo de mi tierra: azul y alegre brillando.
Me acuerdo de mi bosque y los espárragos.
Me acuerdo de las encinas.
Me acuerdo de la plata del río zigzagueando.
Me acuerdo aún de más atrás, cuando la cigüeña trajo a mi hermano.
Me acuerdo de mi espera en la ventana.
Me acuerdo de mi madre: “¡Esa niña está mirando!”.
Me acuerdo de mí preguntando: “¿Por dónde entró la cigüeña? Si ya está aquí mi hermano…”
Me acuerdo aún de antes, de un barreño blanco con agua de parto y de un nuevo llanto.
Me acuerdo de mi amigo Claudio subiendo y bajando.
Me acuerdo de que el sol lo envolvía todo: mis días grises y mis días blancos.
Me acuerdo de aquellos amigos que ya se marcharon; unos definitivamente, otros porque cambiamos.
Me acuerdo de mi padre joven casi siempre malhumorado.
Me acuerdo de mi madre siempre trabajando.
Me acuerdo de mis sueños, de mis pesadillas.
Me acuerdo de mi abuela Perpe en la cama rezando.
Me acuerdo de mi abuela Perpe y del “Alcaraván”, no sabía otro cuento… ¡Cuéntelo otra vez abuela! Y otra y otra…
Me acuerdo de mis maestras.
Me acuerdo de mis escuelas.
Me acuerdo de la fragancia de las rosas en mayo con “Flores a María”.
Me acuerdo del olor a libro nuevo, que nunca he olvidado.
Me acuerdo de la felicidad que sentí con el primer libro que me regalaron, había leído muchos, pero no ninguno era mío.
Me acuerdo de la llegada de los libros a la escuela y de “El Silbo del aire”, mi primera lectura.
Me acuerdo de mi familia en las noches de invierno alrededor del la mesa camilla con su brasero, en la que casi siempre faltaba el mismo, mi padre.
Me acuerdo de mi Primera Comunión, en un mayo soleado, y de las fotos de ese día, de mi vestido largo.
Me acuerdo de mis pecados que pesaban toneladas en aquel corazoncito blanco.
Me acuerdo de los grillos, de las estrellas, en aquello cielos tan diáfanos de la Vía Láctea o del Camino de Santiago, y de las noches de verano.
Me acuerdo de las cigarras y de su canto en las siestas de verano, y del sol abrasando.
Me acuerdo de las Navidades, época de felicidad y angustia.
Me acuerdo de mi Paraíso y de su Infierno.
Me acuerdo de la primera vez que vi nevar, estaba en la calle jugando a la rayuela.
Me acuerdo de mi despedida de ese mundo y de su gente.
Me acuerdo del día en que me robaron el Paraíso y sólo me quedó el Infierno: destierro, soledad, llanto y silencio.
Me acuerdo de mi reacción: lucha.
Me acuerdo de cosas que había olvidado.
Maribel Andrade R.
Rabat, noviembre de 2009
Tu texto es magnifico Maribel, de verdad. Es muy poetico y tiene algo que conmueve el lector (bueno yo). Exhala sinceridad, humildad, madurez, sensibilidad y una fuerte personalidad.
ResponderEliminarFue un verdadero placer leerte.
¡Qué memoria fiel,selectiva y precisa a la vez!Comparto el comentario de Fatine.No se que añadir Maribel,me encanta tu texto y ya lo leí muchas veces...Gracias.
ResponderEliminartu texto es toda una poesía, y admiro tu valentía del final.
ResponderEliminarTe felicito.
Hola Maribel desde el año 2016.
ResponderEliminarHoy me ha apetecido ojear las primeras publicaciones en el blog y ya he pasado unos momentos muy agradables de serendipia.Entre otros he descubierto tus recuerdos.Conciendote (aunque muy poco )a través de algunas clases del taller,me atrevo dejarte este comentario porque en tu texto sentí muy viva la Maribel de antes,sin la que Maribel de hoy no puede existir.Con pocas palabras consigues transcender mucho de ti.Me ha gustado mucho.
Saludos