En pleno día, en la Plaza de la Catedral, unos dientes de oro me dan la bienvenida. Negras Tomasas proyectadas fuera de tarjetas postales, adivinan supuestamente la providencia.
Melones naturalmente siliconados asoman desde los balcones de la calle Obispo y amenazan seriamente los cuellos de los frágiles corazones que, teñidos de gris y blanco, aspiran profundamente un habano nº 5.
Revolucionarios imaginarios libran batallas cotidianas contra el hambre. Mangones inmaduros, teñidos de oro, juguetean con unos bolsillos forasteros. Nalgas atrapadas a cañas de azúcar bailan al ritmo de un son cubano. Machos hambrientos hurgan en los callejones de la Vieja Habana.
Héroes post mortem, amenazan con su mirada a las memorias ingratas y recuerdan viejas glorias ya encerradas en libros viejos.
Y yo me hallo aquí, confusa y perpleja, perdida en este mundo maravilloso, hasta que me despierta el cañón de las nueve que me anuncia oficialmente la muerte del día.
Iman Tanouti
Rabat, 27 de febrero de 2010
(Imitación de "Apunte callejero" de 20 poemas para ser leídos en un tranvía, de Oliverio Girondo)
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