No sé por qué, pero nadie quiso creerme, ni siquiera mi prima Wafae que estaba conmigo, pero lo que digo es una verdadera verdad. ¡Lo juro! Quizás los otros no me crean sólo porque están celosos, porque soy la única en este mundo que sabe el secreto oculto de las flores...
Todos mis amigos y primos hacen lo mismo: juegan al fútbol, a las muñecas, al escondite, a la rayuela… Pero a mi prima Wafae y a mí no nos gusta nada todo eso, por lo que siempre buscamos algo diferente. Pasamos todas las vacaciones juntas en la casa de mi abuelo que tiene un jardín muy muy grande, donde hay muchos árboles y flores. Wafae y yo tenemos miedo de los árboles porque son enormes y porque a mí me parece que se mueven de vez en cuando. Además, tía Nora dice que, si salimos al jardín por la noche, las ramas de los árboles nos agarrarán y nos llevarán con una bruja mala. Pero con las flores es diferente: estamos totalmente enamoradas porque son un encanto.
¡Hay tantas flores en el jardín del abuelo, que cada vez que las vemos pensamos en un arco iris! Hay bellas rosas de muchos colores, están las de color rosa, las rojas, las blancas y hasta las amarillas, que me encantan porque a mí me gusta muchísimo el amarillo. Hay también claveles, que siempre nos hacen pensar en Cásper, el fantasma. Hay magnolias, cuya forma es muy rara –no sé por qué, pero me parece que las magnolias son extrañas-. Hay gerberas con sus muchos pétalos lisos, también tulipanes, orquídeas -que parecen tener una gran boca abierta esperando alguna víctima- y tantas otras flores de diferentes colores y olores. Pero mi flor preferida es el jazmín porque es tan blanca como las nubes y tiene un olor que me hechiza. En verdad, el mundo de las flores nos fascina tanto que pasamos la mayoría del tiempo en el jardín mirándolas, jugando a sentirnos nosotras mismas dos rosas entre otras, pero las más bonitas claro… Y así fue precisamente como se nos ocurrió la genial idea de fabricar perfumes.
Para empezar, siempre nos escondemos en un rincón del jardín situado detrás de la casa del abuelo, lejos de los árboles, y allí nos llevamos un gran frasco de champú o cualquier botella de agua vacíos. Recogemos muchas flores y nuestro ingrediente secreto… Bueno, voy a decirlo para contarlo todo bien; pero, por favor, que quede entre nosotros, ni una palabra a nadie, pues Wafae se enfadaría si se enterara de que lo he contado. El ingrediente principal de nuestras composiciones florales es una hoja del limonero. Sí, ya lo sé: es un árbol y nosotras tenemos miedo de los árboles. Pero el limonero es diferente, tiene algo especial, el olor de sus hojas es maravilloso, siempre nos provoca cosquillas en la nariz y un árbol que tiene un olor tan peculiar no puede ser malo ni llevarnos con la bruja. De todos modos, para sentirnos más seguras, nunca nos acercamos demasiado e intentamos tomar la hoja que quede más lejana del tronco del árbol, o bien, le pedimos a una persona mayor que lo haga por nosotras y sin decirle para qué la necesitamos. Y así, con los pétalos de las flores, la hoja del limonero que cortamos en pequeños pedazos, un poco de agua, un poco de azúcar que robamos en la cocina de la abuela -no os extrañéis- hacemos luego una mezcla en el frasco o la botella y la agitamos hasta obtener un perfume. Pero, desgraciadamente, aunque mezclemos todas esas flores tan bonitas, nuestros perfumes no llegan a ser tan perfectos como los soñábamos. Wafae dice siempre que nos falta algo...
El otro día, mientras estábamos jugando en el jardín, sin darnos cuenta de que el tiempo pasaba y que se hacía tarde, en tan sólo un instante el sol desapareció y se nos hizo de noche. Muerta de miedo le dije a Wafae: vámonos antes de que la bruja venga a buscarnos. Ella me dijo que no debía tener miedo, que sólo debíamos correr hasta la casa y que ya no habría peligro. Al echar a correr, mi camiseta se enganchó en una rama del limonero y de repente quedé prisionera del árbol. Le pedí a Wafae que me ayudara, pero ella tenía mucho miedo y se quedó inmóvil. No podía socorrerme, ni siquiera gritar para que alguien viniera a desembarazarme del maldito árbol.
Empecé a sentir que las ramas se movían y que, poco a poco, me atraían hacia el tronco. Estaba perdida, el árbol me estaba arrastrando y me iba a entregar a la bruja, y entonces ésta me comería o me transformaría en un ratón y nunca volvería a ver a mi mamá y ¡tampoco me casaría nunca con Amine! En aquel momento me di cuenta de que estaba en el vientre del árbol. Y lo que vi allí me maravilló. Había una criatura conmigo, pero no se parecía en nada a las brujas que veo en los dibujos animados. Era pequeña, no tenía verruga en la nariz, tampoco tenía escoba, no era ni siquiera fea: más bien era guapísima y tenía el pelo tan amarillo como los rayos del sol y los ojos tan azules como el cielo del verano. Creo que era un hada como aquellas de la Bella Durmiente. Estaba allí y alrededor de ella había muchas flores. Los aromas de éstas eran tan intensos que estuve a punto de desmayarme. Estaban allí todas las flores del jardín y aún más. Y todas flotaban y se oía como una melodía dulce en el aire. La bella hada se me acercó y me dijo:
- No tengas miedo, no voy a hacerte daño, soy la Reina de las Flores y te voy a mostrar cómo fabricar un verdadero perfume. Pero no debes revelárselo a nadie porque es un secreto de las flores.
Yo me había quedado completamente muda y sólo fui capaz de menear la cabeza. El hada me dijo que todas las flores tenían un alma y que para fabricar un verdadero perfume debemos siempre extraer el alma de cada flor, gota a gota, con una aguja mágica que ella me dio ese día. Estaba tan feliz que salté de alegría y me caí.
Pero, al caer, me encontré de golpe en mi cama: estaba hinchada y con mucha fiebre. Mi abuela me dijo que me había picado un insecto mientras jugaba con las flores y que eso me había provocado una gran alergia. Incluso había estado inconsciente durante una parte de la noche. Yo le conté lo que me había ocurrido con el hada, pero ella no quiso creerme, ni tampoco Wafae. Estoy segura de que están celosas, mis otros primos también y es por eso que no me creen. Pero puedo mostrarles a todos que es verdad… Sólo tengo que encontrar la aguja mágica que perdí seguramente al caerme cerca del limonero.
Lamiae
Rabat, 3 de abril de 2010
(Ejercicio basado en el tema de “Con los ojos cerrados” de Reinaldo Arenas)
A la mejor amiga de todos los tiempos ,
ResponderEliminarVeo tu texto en el blog y me creo en un sueño… Es que era uno, y tu lo volviste realidad como tantos otros ya… Venienvenida Lim, es un placer inmenso tenerte aqui con nosotros.
Y bueno ya sabes que me encanta tu texto ;)
Impaciente de leerte de nuevo !!
El sueño no era solo el tuyo pero el nuestro, y no lo volvi realidad pero lo hicimos juntas profesora mía... :)
ResponderEliminarBonito texto Lamiae, estoy segura que el hada existe aunque pocos pueden verla; algunas cosas solo pueden ser vistas por los ojos inocentes de los ninos,
ResponderEliminarbienvenida al taller
Me gustó mucho tu texto.
ResponderEliminarA mí también me encantan los jazmines con su perfume tan rico e intenso. Y también me gustan los limoneros, aunque no tengan el hada del de tu cuento. es un debe aún en mi jardín.
Bienvenida al Taller.
Ana
Iman y Ana, muchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarIman, tambien pienso que no solo las cosas que podemos ver son las que existen de verdad.
Y sin esas cosas que sólo algunos ven, otros no podríamos vivir... Bienvenida al taller y bienvenido tu talento.
ResponderEliminarLamiae,
ResponderEliminarfelicidades por tu primer cuento.Me encanta mucho con sus flores,sus perfumes,sus niñas y sus hadas.
Bienvenida al taller y,
¡Que sigas escriviendo CUENTOS!
Rkia